Por Cami Cardellino
Una mesa larga, desbordando de colores, disfraces, cosas de utilería, y ése libro. Yo, vestida de clown esperaba mi turno para dar la función mientras lo miraba extrañada. Era un libro de enormes dimensiones, sus hojas eran láminas de madera, y los dibujos en su tapa me invitaban a leerlo. Lo abro, me encuentro con un libro mudo y un ser azul cual títere, me miraba. Me miraba tan penetrante que me hacía dudar si era real, y estaba encerrado en un cuento, entre tapa y tapa, esperando que alguien (tal vez yo) tenga el tupé de excarcelarlo. No, definitivamente jamás iba a ser libre: Por algún motivo que me pareció casi irrelevante, la casa tenía todas sus aberturas cerradas, tapadas con maderas y clavos, y muebles apilados, y bloques de cemento. Iba a dar un show sin espectadores, pero de todas maneras, lo iba a dar, ya estaba vestida y podía sentir esa adrenalina previa a la puesta en escena. Sin ver otro cuerpo además del mío, era consciente que no estaba sola. Por un ventiluz que había quedado al descubierto, se asoma una mano, y a la orden imperante de "escondanse todos", atino a hacerme pequeñita y esconderme bajo una mesita de luz. Veo luz, veo un puente como holograma. Me atrevo, corro en su dirección, y salgo al mundo. Corro, corro sin saber dónde estaba pero sabiendo a dónde quería ir. Vos me esperabas en esas coordenadas que rondaban mi cabeza, podía estar segura. Encuentro un colectivo, semejaba ser uno de larga distancia, semicama, de dos pisos. Me acerco a probar suerte, y preguntarle al chofer cómo llegar a vos. Con una sonrisa me dice que tome asiento, le tiro unas monedas y un caramelo que encuentro en mi mameluco amarillo. Me siento pero en un cajón de manzanas en el pasillo del segundo piso, y lo veo subir. Perfectamente desalineado y atractivo. Nos miramos y al parecer desconocernos, sabíamos que de algún lado nos conocíamos. Se me sienta al lado, en un poquito de cajón que le convido, y mira al techo. Alzo mi mirada, veo una frase escrita en el techo, la leo en voz alta, y él la completa en voz bajita, respirandome en el cuello, me vuelve la mirada y mi mundo se apaga cual televisor. Siento codazos, y oigo casi sin escuchar la voz de mi amigo que me repite insistente "Dale, te toca a vos". Entredormida abro los ojos, me encuentro en un colectivo, pero desconozco el momento que mi asiento pasó a ser semicama, y mi compañero se esfumó. Pongo mis ojos en el techo, y veo dibujada la misma oración, que ésta vez me la leía en voz alta Santi, mi amigo, y me tocaba a mi completarla con lo que aquel jovencito que compartíamos un cajón de manzanas, me había susurrado al oído.
Cuál era la frase?? Me dio intriga
ResponderEliminarY cuál era la famosa frase que leia?? Me intrigó!!
ResponderEliminarMe encantaría acordarmela también. Ojalá en otro sueño me la acuerde!
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